Como hemos visto a lo largo de los diferentes post dedicados a la innovación, innovar es un proceso de alta carga emocional, por tanto a la hora de gestionar los éxitos la tentación a la euforia y hasta un toque de soberbia puede ser muy alta.
El diccionario de las RAE define humildad como: “Actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo”
Todos los que hemos participado en un proceso de innovación, es decir partir de donde no se quiere estar para empezar a dar pasos para llegar a un lugar totalmente desconocido que cambie la situación actual, sabemos que lograr que una idea se convierta en una oportunidad de negocio real requiere de mucha transpiración, de mucha prueba error, y de aprender de los errores de los demás y fundamentalmente de los propios. Para lograr esto hemos de haber mantenido un actitud de mente abierta y unas altas dosis de humildad.
Gestionar un éxito en innovación es la culminación del proceso y, como consecuencia, todas las actitudes y comportamientos que nos han acompañado durante este viaje deben ser aún más acentuados a la hora de celebrar, por tanto hemos de recordar que este éxito en concreto ha nacido gracias a:
- Los fracasos propios en procesos anteriores y a los aprendizajes que hayamos extraído.
- A la generosidad de otros que compartieron sus errores y sus aprendizajes, porque nos han facilitado nuestro camino a este logro, y que quizá no han tenido la oportunidad aún de celebrar un éxito. No olvidemos que más del 80% de los proceso de innovación no obtienen un resultado tangible, exceptuando los aprendizajes que se extraen del propio fracaso.
Por tanto disfrutemos del éxito, sabiendo que es consecuencia de haber estado abiertos al aprendizaje, de no haber buscado culpables, de haber disfrutado en un proceso que era ambiguo e incierto y sin una meta definida, en definitiva mantengamos la actitud de humildad que es la que nos ha traído al logro que ahora vamos a disfrutar.
Antonio Robles
Socio-Director de Resulta2
